LA CONTRACRÓNICA Por Pablo Sánchez
Comienzo gente: comienzo por el final, aunque ya no sé ni qué es el principio, ni qué es el final, ni sé si hay principio o final. He llegado de un viaje agotador a Polonia y Berlín, extenuante, pero maravilloso. Esto que me despierto y antes de despertarme, supuestamente estoy durmiendo en Ibiza y no sé ni dónde estoy. No sé si estoy en el tren de Poznan a Zbaszyn y si me voy a pasar de estación. Paseo por las calles de Ibiza, supuestamente, y no sé ni quién soy, ni qué estoy haciendo, ni si lo que veo es real o imaginario. Paseo muy lentamente, para intentar redescubrir el paisaje ibicenco y me cuesta mucho. Me costará volver en mí mismo, aunque tampoco sé bien si me conviene, pues quizá esté ahora en mi estado más auténtico, del cual no debemos desconectar nunca. Fue un placer.

1. Nos dejamos algunos pelos en los alrededores de la Barbacana de Cracovia.
2. Y en las inmediaciones de la Puerta Floriana, también dejamos nuestra huella.
3. Y en el Castillo Imperial de Poznan y en el Ayuntamiento.
4. Pasamos por la Puerta de Brandenburgo.
5. Me inmortalicé aún más de lo que ya de por sí soy, junto al Muro de Berlín.
6. Dejamos igualmente nuestro ADN en las inmediaciones de la Catedral, en el Museo de Artes Liberales y Estudios Antiguos.
7. Paseamos Una mágica noche por el Mercado de paños, en la Plaza del Mercado, en Cracovia. ¡Ojalá nos iluminemos tanto como esa Plaza por la noche cracoviana!
8. Ascendimos a la torre de Varsovia, desde la cual podía verse una panorámica de la ciudad. A algunos les dio vértigo, pero no fue mi caso. Aunque caer de esa nube, con vértigo o sin él, fue igual de duro para todos.
9. Estuvimos en la Plaza del Mercado Viejo de Poznan y dejamos nuestra huella en Zbaszyn, nos aproximamos por el pueblo y vimos un edificio en ruinas y la Iglesia, donde sobresalía una imagen del celebérrimo Juan Pablo II, que da nombre a una de las principales avenidas de Varsovia.
Ahí dejamos nuestras pequeñas huellas que se borrarán o serán difuminadas con el tiempo.
Pero Polonia y los polacos nos dejaron una huella imborrable e infinitamente mayor. Y la magia polaca nos acompañará para siempre, allá donde vayamos. Jugamos al ajedrez y lo que es más importante, entre partida y partida, tomando una piwo (cerveza) o navegando por el lago, nos empapamos de vida. Algunos hicimos más amigos en pocos días, allá, que en años, acá. Antes del viaje, nos preguntábamos qué se nos había perdido en Polonia, o qué teníamos que aprender, y en realidad la primera pregunta estaba mal formulada, ya que la verdadera cuestión era qué nos aguardaba allí. Y la respuesta es “otra vida”. Otra vida en Palma y otra en Polonia, y las que nos esperan. Yo aprendí que no necesitaba reencarnarme para vivir varias vidas, aunque siempre estaremos vivos, porque el alma nunca muere y a veces hasta se multiplica para vivir varias vidas simultáneamente. Ésta es nuestra verdadera grandeza, la que nos hace realmente genios, y ser casi como Dios y auténticamente perfectos. Y puede parecer que no lo somos, pero no porque seamos imperfectos, sino porque sólo reflejamos una parte de la perfección de Dios, que no es otra que la que él nos ha dado.

Pude observar un poco el carácter de algunos polacos: y percibí que eran tan nacionalistas de lo suyo, como lo puedo ser yo de lo mío. Lo cual en parte es fruto de la historia. El polaco necesita reafirmarse frente a adversarios peligrosos históricamente, como Rusia y muy especialmente, la Rusia soviética, o contra Alemania. Siempre ha vivido ahí entre dos fuegos. Es una nación fuertemente católica, donde su ídolo nacional sigue siendo Juan Pablo II. Juan Pablo II da nombre a una de las principales avenidas de Varsovia, de aspecto parecido al Paseo de la Castellana de Madrid. El Papa Juan Pablo II es un icono nacional, es algo así como lo que pudo ser Ghandi para la India. Fue el precursor de la caída del Comunismo en Polonia. Al igual que en España, en Polonia lo de la UE fue recibido con gran ilusión, por lo que suponía el incorporarse al bloque occidental, que era el de la libertad, en abierta contradicción con lo que suponía el bloque oriental del Pacto de Varsovia. Pese a todo, el entusiasmo no ha llegado a tal punto de entrar en el euro. En Polonia los precios son bastante baratos, para el nivel de vida de clase media española.
Destacar el edificio del Ayuntamiento de Poznan donde salen unas curiosas cabras que se embisten, justo encima del reloj exactamente a las 12.00 h.

Y como anécdota del magnífico viaje a Polonia, recuerdo que una de las que jugaba con Zbaszyn, en el match con Mallorca, jugó los tres torneos: el de rápidas de cinco minutos, el de semi-rápidas de quince y el de lentas. La vi perder dos veces y se quedó como abatida, y me impactó. Puso una sonrisa preciosa, pero de desilusión. Una vez perdió conmigo, la otra con José Luis Segura. Pero en la partida lenta con Baleares, ganó, se le notaba muy feliz y me alegré por ella. Y puso una sonrisa aún más bonita que cuando perdió.


Quienquiera que seas: que me alegro de que ganaras la última, que aquella partida lenta que ganaste era la que realmente importaba, que ganes muchos torneos y que tengas mucha suerte en la vida. ¡Y hasta la próxima!

Pero recuerda: cuando parece que en un primer momento las cosas no pueden ir mejor, que después no pueden ir peor y que finalmente, se ponen mejor que cuando parecía que no podían ir mejor, eso significa que Dios nos está recordando que en realidad no vivimos. Que quien vive es él a través de nosotros. Que no somos nada, que no somos nadie, que él es y nosotros no somos, que lo que parece que vivimos no es sino ilusión.
Quedaba un pequeño misterio pendiente de Cracovia. Vimos un monumento al rey Segismundo III. En la inscripción figuraba el año 1627. Y yo me preguntaba si podía ser el Segismundo de La Vida es Sueño de Calderón de la Barca. Encontré el libro y me leí la introducción y efectivamente, tal y como yo creía recordar, la acción del drama de Calderón, se sitúa en Polonia. Así que bien podría ser el Segismundo de Calderón de la Barca, aquel de la estatua. En todo caso, sea como fuere, vale la pena recordar el verso que Calderón puso en boca de Segismundo con el que acaba la segunda jornada de La Vida es sueño.

«Yo sueño que estoy aquí
De estas prisiones cargado.
Y soñé que en otro estado,
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños son.»